domingo, 16 de septiembre de 2012

Algo de paz, algo de fútbol.


El optimismo con el mundial y con el proceso de paz me ha llevado a dos conclusiones. La primera es que ahora le creo más a los Mayas que antes. Puede que el mundo sí se acabe en el 2012 ¿Paz en Colombia y la Selección en el mundial? Eso no pasa. La segunda es reconfirmar que el fútbol y la guerra no son temas aislados. Por esto voy a desempolvar un artículo que escribí para el mundial pasado:

Mundial Sudáfrica 2010 ¿Otro conflicto disfrazado de fiesta?

“Ya hay ambiente de mundial. Después de cuatro años vuelvo a ahorrar para comprar las monas y poder llenar el álbum de Panini. Ya me sé el coro de la canción oficial y me falta poco tiempo para aprenderme el baile de K´naan y David Bisbal. (Para la época en que escribí el artículo no había salido el Waka Waka)

Este año la fiesta se realizará en Sudáfrica uno de los países africanos más estudiados en Ciencia Política, pero no precisamente por su riqueza cultural, sino por temas como la segregación racial y, más recientemente, por los procesos de reconciliación y construcción de paz. Sin embargo, a pesar del consenso que existe entre académicos que afirman que después del “Apartheid” el proceso de reconciliación en Sudáfrica es uno de los más exitosos hasta ahora, la situación actual no es tan alentadora.

Mientras algunos insisten en que a pesar del cambio constitucional la situación sigue siendo la misma, otros argumentan que los derechos se han volteado a favor de los antes “apartados”, llevando a una nueva violación de derechos en este país.  

Aunque nunca he viajado a Sudáfrica, sí he tenido la oportunidad de escuchar ambas visiones. La primera salió en una conversación de café mientras mi jefe, recién llegado de Sudáfrica, nos contaba sobre su viaje. Sus emocionantes anécdotas se mezclaron con una especie de resignación al contarnos que a pesar del triunfo de la democracia con el Referendo de 1993, las diferencias están muy lejos de desaparecer. La arquitectura de Johanesburgo construida sobre la base de una separación entre negros y blancos, sigue en pie, y al lado de grandes casas inglesas, todavía se encuentran zonas muy parecidas a las favelas brasileras.

La segunda se opone a esta idea de continuidad. En un viaje que hice hace dos años (hace cuatro años desde hoy) conocí dos sudafricanos blancos que me contaron un punto de vista que no había tenido en cuenta. Ellos estaban trabajando en Estados Unidos no porque quisieran pasar sus vacaciones como yo, sino porque no tenían nada mejor que hacer. Uno de ellos, me contó que estaban ahí porque en su país no tenían cupo para estudiar en la Universidad. Según él, los cupos están reservados para los negros y ellos sólo pueden acceder a los cupos que sobran. Su idea entonces era trabajar en Estados Unidos el mayor tiempo posible, mientras sus papás organizaban papeles en Sudáfrica para salir de ahí e irse a vivir a Australia.  

Más allá de aceptar una u otra postura, lo cierto es que a pesar de lo emocionante que resulta ver cada uno de los partidos, este mundial, sin haber empezado todavía, ya me deja un sinsabor. No es la primera vez que un problema se disfraza de fiesta. El mundial de Argentina 78 se llevó a cabo en plena dictadura militar y la Copa América de Venezuela en el 2007, se celebró mientras se derrumbaban las últimas garantías democráticas en ese país. No es extraño que una vez más se esté utilizando un evento que paraliza al mundo para ocultar un problema interno del país anfitrión. 

Sudáfrica fue excluido del Mundial mientras estaba bajo el régimen del Apartheid. Ser organizador es una muestra de reconciliación y regreso a la democracia, pero a pesar de este cambio simbólico los problemas continúan. Basta con mirar en las noticias y darse cuenta que hay muchas cosas que faltan por cambiar. La muestra más reciente está marcada por el asesinato del líder ultraderechista Eugene Terre’ Blanche por parte de dos jóvenes negros el pasado 8 de Abril (de 2010).

Es en estos momentos en que me gustaría dejar de lado mis intuiciones como estudiante de Ciencias Sociales porque estaría más tranquila intercambiando monas y gritando en los partidos, que pensando que algo está mal detrás de las banderas y los goles. Pero estudiamos lo que vivimos y ahí no hay nada que hacer. Por eso, por ahora sólo nos queda relajarnos ¡a jugar!”

Puede que lo anterior tenga algo que ver con lo que vive Colombia, como puede que no. No estamos organizando un mundial ni mucho menos, pero lo retomo para decir que así Santos triunfe, a Colombia, como a Sudáfrica, le queda mucho tiempo para poder decir que realmente vive en paz. Y no es esa paz dilatada en la que se incluye disminuir la desigualdad económica y lograr una sociedad más incluyente, cosa que es mucho más demorada. Es paz en el sentido de poder convivir con el otro como igual. Que las armas dejen de ser la forma de acabar con las diferencias.

Y terminé hablando del proceso de paz. Más bien celebremos los goles de la Selección y ya.