De chiquitas estaba Disney. De
grandes está Rayuela. Ese libro que este año cumple 50 años. Que leí tarde
porque me parecía el mayor de los clichés de las personas que descubren la
lectura y que leyéndolo quieren mostrarle al mundo que llegaron a un nivel de “intelectualidad”
superior. Que me gustó por la forma. Pero que hoy me raya por su contenido.
De chiquitas éramos princesas
escondidas. De grandes somos mujeres que no han sido encontradas. En ambas el
resultado es el mismo. Esperamos un gran encuentro que nos saque de nuestro
estado actual y nos lleve a uno más feliz, a uno más mágico y sobre todo, a uno
menos solitario.
En ambas la ansiedad nos abruma y
la impotencia nos lleva a que la paciencia sea nuestra mejor virtud. Pero si en
la adolescencia nos dimos cuenta que las historias de Disney son hermosas, pero
imposibles y hasta raras porque en ninguna se muestra la relación como tal, sino
solamente el gran encuentro, con el gran beso y el “felices para siempre”, hay
que saber que Rayuela puede ser el Disney de las mujeres adultas.
- “¿Encontraría un día a La Maga?” dice una de sus frases más conocidas. Frase que le deja todo a un futuro abierto, a una casualidad, a un destino que si quiere los va a unir. Y si no quiere pues no.
La cosa es que el destino sí
puede hacer de las suyas pero se necesita de acción para que ambas cosas tengan
un resultado asombroso. Superamos Disney dándonos cuenta que no podemos esperar
a nuestro príncipe azul sentadas en nuestra cama. Nos toca salir al mundo a
conocer sapitos que nos alegren la vida. Es hora de superar Rayuela y saber que
los encuentros sí pueden ser maravillosas coincidencias, pero que se necesita
de decisiones, y de ganas para aprovechar los azares de la vida. Si Oliveira
quería estar con La Maga la iba a buscar, si no, pues no.
Además, estamos en el siglo
XXI, que parece ser el siglo de la toma de decisiones. Si yo quiero estudio en una Universidad, si
no quiero pues empiezo a trabajar. Si yo quiero, me vuelvo hipster, si no
quiero pues no. Hasta la lucha por el matrimonio igualitario para la población
LGBTI es una muestra de esto. Todos quieren tener la posibilidad abierta de casarse, pero
los que quieran lo van a hacer. Los que no, pues no. Y así con un montón de
opciones entre las que podemos escoger y que a pesar de la idea de responsabilidad que traen detrás porque todas las decisiones caen sobre nosotros, creo que nunca antes habíamos tenido tanta libertad para elegir.
De esta manera el que quiera va,
busca y encuentra a la persona con la que quiere estar, el que no, pues no lo va a hacer. No podemos dejarle todo al azar. El azar y el
destino pueden volver a unir – le pasó a La Maga y a Oliveira en el puente en París, me pasó
a mí en el aeropuerto el 7 de enero, en un café por Febrero, y hasta en una red
social la semana pasada – pero depende de nosotros que esos reencuentros
azarosos se conviertan en grandes oportunidades para cambiar las cosas. El
futuro no llega solo. El futuro se construye en el hoy y unidos con el azar, es
que llegamos a resultados inesperados.
Así como la paz no va a llegar por sí
sola a este país y este gobierno tomó la decisión de empezar a construirla (sea por
convicción o por conveniencia política, pero no quiero entrar en esa discusión), los
que quieran estar juntos en un futuro tienen que decidir trabajar por eso desde
hoy. El destino solo se encargará de dar los espacios para que el encuentro sea posible. Ya sea en un
puente en París, en San Bernardo del Viento o en un parque en Bogotá. El que quiere y decide hacerlo va a buscar y a encontrar a la persona que quiere, el que no pues no.
Pero claro el problema siempre está
para la persona que no puede hacer nada para cambiar las cosas, pero que anhela
la revolución. Esa persona que espera, sueña y se envidea, pero para la que cualquier plan resulta inútil porque el poder de sus acciones sigue siendo pequeño, al lado de quien sí puede decidir y actuar. Nos pasa a los que queremos la paz pero por más que hagamos de todo para lograrla, no estamos sentados en La Habana.
Para estas personas
es que retomo lo que ya nos recordó Francisco Gutiérrez Sanín la semana pasada “Creo que fue Bertrand Russel
quien dijo que era mejor no olvidar suspender el juicio antes de comenzar a
leer un cuento de hadas, pero que era peor todavía no acordarse de retomarlo
después de terminado”.
Así que buen libro Rayuela, pero recuerden retomar el
juicio después de leerlo, a menos que entre sus planes de vida y de sus
decisiones esté la idea de convertirse en Florentino Ariza, quien espera incansablemente a que el futuro lo una con Fermina Daza de una buena vez y para siempre.