El optimismo con el mundial y con el proceso de paz me ha
llevado a dos conclusiones. La primera es que ahora le creo más a los Mayas que
antes. Puede que el mundo sí se acabe en el 2012 ¿Paz en Colombia y la
Selección en el mundial? Eso no pasa. La segunda es reconfirmar que el fútbol y
la guerra no son temas aislados. Por esto voy a desempolvar un artículo que
escribí para el mundial pasado:
Mundial Sudáfrica 2010 ¿Otro conflicto disfrazado de fiesta?
“Ya hay ambiente de mundial. Después de cuatro años vuelvo
a ahorrar para comprar las monas y poder llenar el álbum de Panini. Ya me sé el
coro de la canción oficial y me falta poco tiempo para aprenderme el baile de
K´naan y David Bisbal. (Para la época en que escribí el artículo no había
salido el Waka Waka)
Este año la fiesta se realizará en Sudáfrica uno de los
países africanos más estudiados en Ciencia Política, pero
no precisamente por su riqueza cultural, sino por temas como la segregación
racial y, más recientemente, por los procesos de reconciliación y construcción
de paz. Sin embargo, a pesar del consenso que existe entre académicos que
afirman que después del “Apartheid” el proceso de reconciliación en Sudáfrica
es uno de los más exitosos hasta ahora, la situación actual no es tan
alentadora.
Mientras algunos insisten en que a pesar del cambio
constitucional la situación sigue siendo la misma, otros argumentan que los
derechos se han volteado a favor de los antes “apartados”, llevando a una nueva
violación de derechos en este país.
Aunque nunca he viajado a Sudáfrica,
sí he tenido la oportunidad de escuchar ambas visiones. La primera salió en una
conversación de café mientras mi jefe, recién llegado de Sudáfrica, nos contaba
sobre su viaje. Sus emocionantes anécdotas se mezclaron con una
especie de resignación al contarnos que a pesar del triunfo de la democracia
con el Referendo de 1993, las diferencias están muy lejos de desaparecer. La
arquitectura de Johanesburgo construida sobre la base de una separación entre
negros y blancos, sigue en pie, y al lado de grandes casas inglesas, todavía se
encuentran zonas muy parecidas a las favelas brasileras.
La segunda se opone a esta idea
de continuidad. En un viaje que hice hace dos años (hace cuatro años desde hoy)
conocí dos sudafricanos blancos que me contaron un punto de vista que
no había tenido en cuenta. Ellos estaban trabajando en Estados Unidos no porque
quisieran pasar sus vacaciones como yo, sino porque no tenían nada mejor que
hacer. Uno de ellos, me contó que estaban ahí porque en su país no tenían cupo
para estudiar en la Universidad. Según él, los cupos están reservados para los
negros y ellos sólo pueden acceder a los cupos que sobran. Su idea entonces era
trabajar en Estados Unidos el mayor tiempo posible, mientras sus papás organizaban
papeles en Sudáfrica para salir de ahí e irse a vivir a Australia.
Más allá de aceptar una u otra postura,
lo cierto es que a pesar de lo emocionante que resulta ver cada uno de los
partidos, este mundial, sin haber empezado todavía, ya me deja un sinsabor. No
es la primera vez que un problema se disfraza de fiesta. El mundial de
Argentina 78 se llevó a cabo en plena dictadura militar y la Copa América de Venezuela
en el 2007, se celebró mientras se derrumbaban las últimas garantías democráticas
en ese país. No es extraño que una vez más se esté utilizando un evento que
paraliza al mundo para ocultar un problema interno del país anfitrión.
Sudáfrica fue excluido del
Mundial mientras estaba bajo el régimen del Apartheid. Ser organizador es una
muestra de reconciliación y regreso a la democracia, pero a pesar de este
cambio simbólico los problemas continúan. Basta con mirar en las noticias y darse
cuenta que hay muchas cosas que faltan por cambiar. La muestra más reciente
está marcada por el asesinato del líder ultraderechista Eugene Terre’ Blanche
por parte de dos jóvenes negros el pasado 8 de Abril (de 2010).
Es en estos momentos en que me
gustaría dejar de lado mis intuiciones como estudiante de Ciencias Sociales
porque estaría más tranquila intercambiando monas y gritando en los
partidos, que pensando que algo está mal detrás de las banderas y los goles. Pero estudiamos lo que vivimos y ahí no hay nada que hacer. Por eso, por ahora sólo nos queda relajarnos ¡a jugar!”
Puede que lo anterior tenga algo
que ver con lo que vive Colombia, como puede que no. No estamos organizando un mundial ni mucho menos, pero lo retomo para decir que así Santos triunfe, a Colombia, como a Sudáfrica, le
queda mucho tiempo para poder decir que realmente vive en paz. Y no es esa paz dilatada en la que se incluye
disminuir la desigualdad económica y lograr una sociedad más incluyente, cosa que es mucho más demorada. Es paz
en el sentido de poder convivir con el otro como igual. Que las armas dejen de ser la
forma de acabar con las diferencias.
Y terminé hablando del proceso de
paz. Más bien celebremos los goles de la Selección y ya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario